El presidente de Enarsa, Agustín Gerez, detalló que el contrato se mantendrá hasta junio del año que viene. Implica un nuevo recorte de 6 meses en el plazo. Es por las obras de la reversión del Gasoducto Norte.
NÓMADA NEWS (TOMADO DE RÍO NEGRO).- El 30 de junio del año que viene sería el último día en el que el gas boliviano cruce la frontera para alimentar el sistema argentino, luego de un contrato de importación más que polémico que se puso en marcha en 2006. En la letra original del acuerdo, el gas del Altiplano debía llegar a Argentina hasta diciembre de 2026, pero tras los recortes pactados en los últimos años, el lanzamiento de la Reversión del Gasoducto Norte permitirá achicar aún más los plazos.
La novedad fue dada a conocer por el presidente de Energía Argentina S.A. (Enarsa), Agustín Gerez, quien detalló que “en el marco de las negociaciones, lo que estamos tratando de generar es el contexto para que YPFB cumpla con sus obligaciones de entrega de gas hasta junio del año que viene, que entendemos que es el espacio de tiempo que necesitamos para la ejecución de la obra”, de reversión.
Y sumó que esas gestiones apunta a tener garantizado el suministro “los primeros 5 meses del año, con el compromiso nuestro de tener la reversión -para mayo del 2024- y algo de tiempo más por las dudas de que pueda aparecer algún imprevisto”.
La finalización anticipada del contrato de importación entre Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB) y Enarsa no es una sorpresa. El año pasado, como parte de la sexta adenda del contrato se fijó el primer recorte en el plan que en 2006 fue firmado entre los gobiernos por entonces de Evo Morales y Cristina Fernández de Kirchner.
El plazo se achicó en ese momento un año, al 31 de diciembre del 2025. Y a principios de este año se volvió a acortar otro año más, como parte de la adenda vigente, la séptima que se negocia en este contrato.
“El contrato con Bolivia finaliza el 31 de diciembre del año que viene, ese es el plazo máximo del contrato, el 31 de diciembre de 2024”, recordó Gerez.
Y explicó ante la consulta de si en junio finalizará el contrato que “las partes ya están entendiendo que, realizada la obra de la reversión del Gasoducto Norte, la disponibilidad por parte del gas boliviano de Argentina no va a ser necesaria porque Argentina ya puede cubrir esos volúmenes enviando gas desde Vaca Muerta”.
El devenir del contrato de importación desde Bolivia terminó siendo todo un culebrón, con negociaciones tirantes, denuncias de incumplimientos de envío y de faltas de pago, y en los últimos años gestiones calientes no solo ante la caída de la producción del vecino país, sino también ante la priorización que ese gobierno hace del contrato con Brasil, por sobre el local.
La caída de la producción boliviana y sus riesgos
“Desde Enarsa somos los titulares del contrato de importación de gas de Bolivia por lo que tenemos un conocimiento bastante acabado de cómo viene la producción de gas de Bolivia”, contó Gerez. Y detalló que “hoy por hoy estamos en un escenario en el que YPFB nos ha notificado que quiere firmar un contrato interrumpible. Esto significa te mando gas si tengo gas y si no tengo no te mando, y eso pone en riesgo todo el abastecimiento del norte argentino”.
Esa situación no solo marcó la premura con la que deberá realizarse la reversión del Gasoducto Norte, para permitir reemplazar el gas que no llegará de Bolivia con producción de Vaca Muerta.
Sino que también traza los límites de la negociación que se encara para el último semestre que tendrá el contrato venteañal. Puntualmente, desde Enarsa se busca que YPFB entregue en forma firme un piso de entre 4 y 6 millones de metros cúbicos por día, que permitan garantizar la demanda de las provincias del norte.
Es que el problema no está solo en el invierno del año que viene, sino los 365 días del año, ya que de la provisión de gas natural dependen casi todas las centrales térmicas de esas provincias.
Actualmente, una parte considerable de esas centrales ya se encuentran indisponibles, es decir, fuera de funcionamiento, al menos en este invierno. Pero a medida que baje la entrega de Bolivia o si la misma se vuelve interrumpible como plantean desde el gobierno de Luis Arce, el riesgo ya no es solo que estas centrales térmicas dejen de funcionar, sino que incluso puedan afectar a todo el sistema eléctrico del país, pues en conjunto superan el 10% de la potencia instalada de Argentina.
Pese a esto, como en la frase que reza “hecha la ley, hecha la trampa”, el contrato de importación de gas desde Bolivia tiene -gracias a su primera adenda- muy pocas herramientas con las que Argentina pueda presionar a YPFB ante incumplimientos en las entregas.
Un punto que hace años es aprovechado por la firma boliviana para dilatar las negociaciones y elevar el precio de su gas, algo que sin dudas volverá a darse en este último tramo del polémico contrato.